SUICIDIOS EJEMPLARES
Son muchas las causas de un suicidio, y, de una manera general, las más aparentes no han sido las más eficaces. La gente se suicida rara vez (sin embargo, no se excluye la hipótesis) por reflexión. Lo que desencadena la crisis es casi siempre incontrolable. Los diarios hablan con frecuencia de "penas íntimas" o de "enfermedad incurable". Son explicaciones valederas. Pero habría que saber si ese mismo día un amigo del desesperado no le habló con un tono indiferente. Ése sería el culpable, pues tal cosa puede bastar para precipitar todos los rencores y todos los cansancios todavía en suspenso.Pero si es difícil fijar el instante preciso, el paso sutil en que el espíritu ha apostado a favor de la muerte, es más fácil extraer del acto mismo las consecuencias que supone. Matarse, en cierto sentido, y como en el melodrama, es confesar. Es confesar que se ha sido sobrepasado por la vida o que no se comprende ésta.
Sin embargo, no vayamos demasiado lejos en estas analogías y volvamos a las palabras corrientes. Es solamente confesar que eso "no merece la pena". Vivir, naturalmente, nunca es fácil. Uno sigue haciendo los gestos que ordena la existencia por muchas razones, la primera de las cuales es la costumbre. Morir voluntariamente supone que se ha reconocido, aunque sea instintivamente, el carácter irrisorio de esa costumbre, la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento.
¿Cuál es, pues, ese sentimiento incalculable que priva al espíritu del sueño necesario para una vida? Un mundo que se puede explicar hasta con malas razones es un mundo familiar. Pero, por el contrario, en su universo privado repentinamente de ilusiones y de luces, el hombre se siente extraño. Es un exilio sin remedio, pues está privado de los recuerdos de una patria perdida o de la esperanza de una tierra prometida. Tal divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y su decoración, es propiamente el sentimiento de lo absurdo. Como todos los hombres sanos han pensado en su propio suicidio, se podrá reconocer, sin más explicaciones, que hay un vínculo directo entre este sentimiento y la aspiración a la nada.
ALBERT CAMUS ."El mito de Sísifo", Cap. Un razonamiento absurdo
Ahora, días después del suicidio de Tristan Egölf a los 33 años, muchos se preguntan si las presiones y expectativas generadas por la maquinaria publicitaria que rodeaba al escritor contribuyeron a su decisión de pegarse un tiro en un departamento de Lancaster, Pennsylvania.
Hunter S. Thompson ha muerto. O por ser más preciso, se ha pegado un tiro en la cocina de su casa de Woody Creek, Colorado. Tenía 67 años. Una generación entera de periodistas norteamericanos quiso alguna vez ser como Thompson. Pronto llegaron a la conclusión de que ni la calidad de su escritura ni su hígado iban a estar a la altura de las circunstancias. Convirtió una forma tan comprometida como desquiciada de escribir en un estilo propio.
José Ferrater Mora
Cesare Pavese
Dylan Thomas
Virginia Wolf. En 1941, en marzo concretamente, su estado mental era tan confuso y precario, que Leonard decidió que se refugiaran en un pequeño “Cottage” que poseía en Rodmell. Poco después, y en un ataque de depresión aguda, se carga de piedras los bolsillos y lo que puede y se mete en el rio Ouse para suicidarse
Paul Celan
Primo Levi, cuatro décadas después de su liberación, llegó un día así para Primo Levi, ya anciano: todo es visto como un abismo abierto a nuestros pies, y ése fue el hueco de las escaleras por donde se arrojó, esta vez contradiciendo la primavera, un 11 de abril de 1987.
Ernest Hemingway
Silvya Plath, dejó a sus dos pequeños hijos -de tres y un año- dormidos, metió la cabeza en el horno y cocinó un hermoso cadáver.
Stephan Zweig
Yukio Mishima
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