15 febrero, 2007

FALC/019

--Ni si quiera te he tocado—le dije. Era verdad, apenas había untado un poco de crema con el dedo. Al acercarme con el dedo pringoso, abría sin tapujos más el culo. Era un ojete elástico, latiendo con un ritmo acompasado, estaba de contínuo abriendose y cerrándose, para luego abrirse todavía más.


—Uuuh. Ven, a buscar petroleo. Era algo cómico, algo embarazoso incluso, al menos a mí me lo parecía. Su esfinter se dilataba y latía, cada vez parecía más insinuante, como un reborde de anillo elástico invitando, un ojo ciego, preparado para tragar todo aquello que se interpusiera en su órbita.



--¿Qué es eso, la boca del metro? Enrojecía, no por vergüenza, sino porqué era muy pálido y el rubor por la excitación, le subía rápidamente a las mejillas. Uuuuh



–Uuuh. Es lo más antierótico...--Al recordarlo…Si, resulta un tanto erótico.



Era un marica de piscina, de speedo azul marino, culo bien torneado, muslos gruesos y justo tono muscular. Lo habíamos visto mi amigo y yo mientras tomábamos el sol. Su mirada lasciva, su andar masculino ladeando las caderas. Rubio auténtico, tal vez con algún que otro reflejo. Dejaba caer su flequillo mojado sobre la frente. Aunque el cabello no impedía verle los ojos. Lampiño, un chubby de cuerpo entero. Era el único de por allí, con la salvedad de mi amigo y yo, que parecía tener cintura. De ninguna manera, parecía tener problemas con los esteroides, si los había tomado alguna vez, era su culo quien lo tenía que agradecer. Dios, uuuhh que culo. Tener un culo así y no ser pasivo es como para los católicos follar sin estar casado, un pecado. Si la musculona de la socorrista se le acerca lo más mínimo, voy a hacer yo que una tranquila tarde en la piscina, se convierta en un Cumbres Borrascosas. Aquel individuo sobre su alta silla de vigilancia, estaba siempre al acecho, en cuanto algún chulito de playa, paseaba por los alrededores desplegando su palmito.



--Uuuuh. Te estas empalmando—me di la vuelta rápidamente, incluso, uuuh que dolor, una erección estrujada sobre la toalla.--De aquí no te levanta ahora ni Dios.



--Debería ponerme unos shorts más holgados—La mirada de mi amigo lo decía todo-- Una polla tiesa, nada discreta ni perentoria.--Ahora ponlo en alguno de tus libros.



--Lo de ésta tarde merece todo un poemario. Oda a la polla (segunda parte). Rianse ustedes del cipote de Archidona. ¿Lo suscribo? No sirven de nada los pantaloncitos holgados, yo de tú, me pegaba la polla al culo. Al fin y al cabo, tienes los huevos pegados al culo, como los tigres.



--Si, o una pantera, ¡no te jode!--Cualquier felino me sirve. Deberían prohibir que con un culo así, uuuh... fueran provocando a polvorines sexuales como yo. Además hay señoras respetables tostándose al sol. —Me levanto, parece ser que algo contúa latiendo bajo la fina tela.



--Seguro que un poco de agua fría…--Bajo rápidamente a la piscina. Un grupo de chavales chapotean, levantan una ligera marea, me salpican y producen un ligero oleaje, mi polla no deja de oscilar, golpetea como pequeñas lamidas, mí sumergido y mullido muslamen.



--En cuanto veas que el socorrista de las pelotas, se le acerca lo más mínimo.--uuuh, ese culo.--A la mínima vas tú y les interumpes.



--¿Qué digo?


--No sé, di que se afilien al partido ese... Repárteles folletos sobre las venéreas, cuéntales la historia que tuviste con aquella chica de los hongos en el coño.

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