ANAGRAMAS 5.1.
Ahora, en 1987, treinta y ocho años después, sigo sin saber qué hacer con las armas nucleares. Y los demás tampoco lo saben. Si hay algunos que lo saben, yo no los he leído. Las alternativas extremas son la guerra nuclear y el desarme nuclear. La guerra nuclear es algo difícil de imaginar; pero también lo es el desarme nuclear. (Sin duda la primera alternativa se encuentra más inmediatamente a mano.) El desarme atómico no se ve de veras, ¿no es cierto? Algunos programas para la abolición final -pienso, por ejemplo, en la «disuasión teórica» de Anthony Kenny, en la «disuasión sin armas» de Jonathan Schell- resultan maravillosamente elegantes y seductores; pero estos autores están previendo un mundo político tan sutil, maduro y (sobre todo) concertado, como sus propias solitarias reflexiones. Para la guerra nuclear faltan siete minutos, y podría acabarse en una sola tarde. Estamos esperando. Y también las armas están esperando.
¿Qué es lo único capaz de provocar el uso de armas atómicas? Las armas atómicas. ¿Cuál es el objetivo prioritario de las armas atómicas? Las armas atómicas. ¿En qué consiste la única defensa establecida contra las armas atómicas? En armas anímicas. ¿Cómo se previene el uso de armas atómicas? Amenazando con usar armas atómicas. Y a causa de las armas atómicas no podemos librarnos de las armas atómicas, como si la intransigencia fuese una función de las propias armas.
Las armas atómicas pueden matar a un ser humano doce veces seguidas de doce maneras diferentes; y -como ciertas arañas, como los faros de los coches- parece que paralizan antes de matar.
M.A.
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