18 febrero, 2007

LESTER

Una tarde el golpeteo de una rama en la ventana de mi escritorio, me alejó por un instante de una ensoñación no inducida. Me levanté temprano y por una vez me pregunté que ocurriría si me privaba por una vez de las interrupciones obligadas para las comidas. Llegados a este punto mi vida como la de todos estaba dividida en días de al menos tres comidas, no podía impedir que de pronto se hiciera la noche, me entrara el sueño y esa noche diera paso a otro día liviano, que por lo general amanecía soleado y que en invierno solía presentarse frío y en verano poco menos que caluroso. Estaba dispuesto a secuestrar mi conciencia, el 2007 todavía no me había hecho sentirme triste de mí, ni por el tiempo en transcurso. La entrante estación con la que irremediablemente terminaba el año apenas se había bosquejado en mi agenda. Días antes, me había dado cuenta de que mi vida estaba pendiente de un hilo. Mi felicidad dependía demasiado de un simple gesto, de sí alguién aquel u otro día me parecía que tenía una respuesta favorable a mis livianas palabras, entonces experimentaba algo parecido a felicidad contenta. Esperaba con planificación el momento más idóneo para poner en funcionamiento el que sería desde entonces una consciencia en suspenso. Iba a cumplir mis taréas dentro de un plazo estipulado pero lo iba a replantear todo de nuevo, sirviendóme de la subdivisión de tareas, llegando incluso a convertir un inapelable vencimiento de plazo, en una mayor eficiencia en la resolución final de mi cometido. La subdivisión de tareas no solamente consistía en descomponer el trabajo en pequeñas píldoras administradas en relación a una serie de horas interrumpidas con la toma por obligación de una comida avanzando en favor a determinada hora en determinado lugar. Esas píldoras lejos de parecer minúsculas podían dividirse a su vez en paquetes mejor troceados, con el permiso de sentirse de nuevo obligado a subdividir dichos paquetes mejor troceados si cabe, en carpetas más delgadas, dónde finalmente irían a parar las subtareas de las sub-subtareas. Es entonces y de momento, para no convertir el dichoso planning en un desfavorable conglomerado desmoralizado, donde finalizaría sin cortapisas, la eficacia del método subdivisor. Llegados a esta parte y siempre que la tarea/no-tarea no afecte a nuestra responsabilidad moral implícita y última, en última instancia se perfilaría otro sub-método del método expuesto bajo el que se comtemplaría la posibilidad de aceptar como inservible el método y el trabajo realizado hasta entonces y que supondría en todo caso, volver a partir desde cero y no contemplar el trabajo realizado hasta la fecha. Este hecho de producirse solamente entraría dentro de lo provable una vez llevado acabo cada uno de los pasos de principio a fin del proceso inicial con absoluta disciplina. Por ello y aún a riesgo de suponer una desestabilización de la conciéncia en suspenso con irreparables consecuencias, que contemplarían desde el ejercicio, en su estipulado derecho, de llevar a término pleno acto de defenestración, hasta la aparición de brotes psicóticos, derivables en episodios homicidas de violéncia, extensibles a instituciones responsables del método reprobatorio. De todos modos y con la clara intención de que la posibilidad de fracaso no intercediera en la plena disposición de las facultades mentales natas del favorecido para cada tarea asignada—no lo olvidemos, asignadas por el mismo, o de manera ilusoria por alguién que pongamos por caso, fuera capaz de suplantar o desdoblar su ente consciente, o constituir un campo de fuerza pura, al que podamos dar apariencia o recubrimiento corpóreo—dicho favorecido no tendra bajo su disposición el contrato estipulado en su totalidad, sino que podrá servirse de un extracto a modo de guía, con el que se le darán a conocer, simplemente las bases del método A, pero no el A1.

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