01 noviembre, 2006

HERMANN HESSE.UNA BIBLIOTECA DE LA LITERATURA UNIVERSAL (1929)

Aparte de la Biblia, conocida por todos nosotros, pongo al principio de nuestra colección de libros esa parte de la antigua sabiduría india llamada Vedanta o final del Veda, en forma de una selección de las Upanishadas. También hay que incluir aquí una selección de los discursos de Buda, sin olvidar el poema de Gilgamés procedente de Babilonia, el imponente canto del gran héroe que lucha con la muerte. De la antigua China tomamos las conversaciones de Confucio, el «Tao-te-King» de Lao-Tse y las maravillosas parábolas de Ds-chuang Dse. Así hacemos sonar los acordes básicos de toda la literatura humana: el afán de norma y ley, tal y como está expresado ejemplarmente en el Antiguo Testamento y en Confucio; la búsqueda premonitoria por alcanzar la liberación de la insuficiencia terrena tal como la anuncian los hindúes y el Nuevo Testamento; el conocimiento secreto de la eterna armonía más allá del mundo real, incansable, multiforme; la veneración de las fuerzas de la naturaleza y del alma en forma de dioses y casi simultáneamente el saber o la intuición de que los dioses sólo son símbolos y que la fuerza y la debilidad, la alegría y el dolor de la vida han sido puestos en manos del hombre. Todas las especulaciones del pensamiento abstracto, los juegos de la poesía, el pesar por la fugacidad de nuestra existencia, el consuelo y el humor encontraron ya expresión en estos pocos libros, También debe figurar aquí una selecciónde la poesía clásica de los chinos.

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De las obras posteriores de Oriente es imprescindible la gran colección de cuentos «Las mil y una noches», una fuente de placer infinito, el libro de cuentos más rico del mundo. Aunque todos los pueblos del mundo han escrito cuentos maravillosos, de momento nos contentamos para nuestra colección con este clásico libro mágico, al que añadiremos únicamente nuestros propios cuentos populares alemanes en la colección de los hermanos Grimm. Nos gustaría disponer de una buena antología de la lírica persa, pero desgraciadamente no existe ninguna versión poética alemana, solamente Hafiz y Omar Khayamhan sido traducidos a menudo.

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Llegamos a la literatura europea. Del mundo rico y grandioso de la literatura antigua, elegimos sobre todo los dos grandes poemas de Homero, con ellos tenemos todo el aire y el ambiente de la Grecia antigua. Incluimos también a los tres grandes trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides, a los que añadimos la «Antología», la selección clásica de los autores líricos. Nos adentramos en el mundo de la sabiduría griega y nos encontramos de nuevo con un hueco doloroso: Sócrates, el sabio más significativo y quizás más importante de Grecia; tenemos que buscarlo en los fragmentos de otros autores, sobre todo de Platón y Jenofonte. Un libro que recopilase de manera clara los testimonios más valiosos sobre la vida y doctrina de Sócrates sería una auténtica dicha. Los filólogos no se atreven a emprender ese trabajo que de hecho sería muy delicado. En nuestra biblioteca no incluyo a los verdaderos filósofos. En cambio Aristófanes es imprescindible, sus comedias inician dignamente la gran serie de humoristas europeos. También acogemos al menos uno o dos volúmenes de Plutarco, el maestro de la biografía heroica. Luciano, el maestro delas fábulas satíricas, tampoco debe faltar. Nos falta aún algo importante: un libro que narre las historias delos dioses y héroes griegos. Los libros populares existentes de las mitologías son insuficientes. A falta de otra obra recurrimos a las «Sagen des klassischen Altertums» («Leyendas de la Antigüedad clásica») de Gustav Schwab, que describen correc tamente la mayoría de los mitos más bonitos. En nuestro tiempo Schwab ha hallado por cierto un seguidor importante: Albrecht Schäffer ha iniciado un libro de leyendas griegas cuya primera parte ha aparecido y promete mucho.

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Entre los romanos siempre he preferido los historiadores a los poetas, no obstante, incluiremos a Horacio, Virgilio y Ovidio, pero colocaremos junto a ellos también a Tácito al que añadiré a Suetonio, así como el «Satiricón» de Petronio, esa divertida novela de costumbres de la época de Nerón, y el «Asno de oro» de Apuleyo. En estas dos obras vemos la decadencia interior del mundo antiguo en la época imperial romana. Junto a estos libros mundanos y algo juguetones de la Roma decadente, coloco una impresionante obra antagónica, escrita también en latín, pero procedente de otro mundo, el mundo del cristianismo: las«Confesiones» de San Agustín. La temperatura algo fría del antiguo mundo romano cede a otra atmósfera más amplia, la del principio de la Edad Media.

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El mundo espiritual de la Edad Media, conocida entre nosotros hasta hace poco como la «oscura Edad Media», ha sido estudiado muy poco por nuestros padres y abuelos, y por eso poseemos de la literatura en latín de aquellos siglos pocas ediciones y traducciones modernas; una excepción honrosa la constituye la extraordinaria obra de Paul von Winterfeld: «Deutsche Dichter des lateinischen Mittelalters» («Autoresalemanes del Medievo latino») que incluyo gustosamente en nuestra biblioteca. Como síntesis y cumbre del magnífico espíritu medieval pervive en la literatura la «Divina Comedia» de Dante, una obra que fuera de Italia y de los círculos eruditos sólo es leída seriamente por algunos pocos, pero que sigue irradiando una fuerte influencia, uno de los grandes libros milenarios de la humanidad.

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Como libro de la antigua literatura italiana que le sigue en el tiempo elegimos el «Decamerón» de Boccaccio. Esta famosa colección de cuentos, que entre los puritanos goza de mala fama por sus audacias, es la primera gran obra maestra del arte narrativo europeo, está escrita en un italiano antiguo maravillosamente vivo y ha sido traducida muchas veces a todas las lenguas civilizadas. Pero hay que tener cuidado con las ediciones malas que son muchas. Entre las ediciones alemanas modernas, recomiendo la de la editorial Insel. Ninguno de los numerosos seguidores de Boccaccio que durante tres siglos escribieron muchas novelas famosas, le alcanza, pero una selección de ellos (existe una de Paul Ernst en la editorial Insel, y recientemente una voluminosa selección de tres tomos en la editorial Lamben Schneider) no debe faltar en nuestra lista.

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No podemos prescindir entre los narradores en verso del Renacimiento italiano de Ariosto, el autor del «Orlando furioso», un laberinto encantador, romántico, lleno de imágenes fascinantes e ideas exquisitas, modelo para numerosos seguidores, de los que Wieland fue quizás el último y mejor. Coloquemos cerca los sonetos de Petrarca y no olvidemos los poemas de Miguel Ángel, cuyo pequeño y austero libro aparece solitario y orgulloso en medio de su época. Como testimonio del tono y ambiente de la vida del Renacimiento italiano incluimos también la autobiografía de Benvenuto Cellini. La literatura italiana posterior interesa ya poco para nuestra selección, quizás incluiremos aún dos o trescomedias de Goldoni y cuentos románticos de Gozzi, y luego en el siglo XIX los extraordinarios líricos Leopardi y Carducci.

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Entre lo más hermoso que ha producido la Edad Media figuran las leyendas heroicas cristianas de Francia, Inglaterra y Alemania, sobre todo las de la Tabla Redonda del rey Arturo. Parte de estas leyendas, extendidas por toda Europa, se encuentra recogida en los «Deutsche Volksbücher» que merecen un sitio de honor en nuestra colección. La mejor edición moderna es la que ha hecho Richard Benz. Debe figurar junto al «Nibelungenlied» y el «Gudrunlied», aunque no son como éstos poemas originales sino versiones traducidas de distintas lenguas de temas ampliamente difundidos. Los poemas de los trovadores provenzales ya se mencionaron. Siguen Walther von der Vogelweide, Gottfried von Strassburg, Wolfram von Eschenbach, cuyas obras (es decir los poemas de Walther, el «Tristan» de Gottfried y el «Parcival» de Wolfram) acogemos agradecidos en nuestra biblioteca, al igual que una buena selección de los cantares de los Minnesánger. Hemos llegado así al final de la Edad Media. Con la decadencia de la literatura cristiano-latina y de las grandes fuentes de las leyendas surge en Europa, en la vida y la literatura, algo nuevo. Las distintas lenguas nacionales sustituyen paulatinamente al latín y en lugar de una literatura monacal anónima, aparece una literatura ciudadana e individual (como sucedió en Italia con Boccaccio).

2 comentarios:

A las 8:55 a. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

¿Has visto "La conversación"? Adaptación incofesa y perfecta de "El lobo estepario". Dirige Coppola (el mejor Coppola, el que no se preocupaba por su hija, sus viñas o sus cuentas bancarias, sólo por contar historias, cambiar el cine, hacer historia).

 
A las 11:19 a. m. , Blogger CAUTIVOS ha dicho...

No sabía ni que existía la película, muchas gracias.

 

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