OH POOR BOY
Aquellos *** que enseñan moral o discuten o mejoran la base **, además de un deseo oculto de ganar, un conocimiento ridículo de la vida, a la que han clasificado, dividido, canalizado; se empeñan en hacer bailar a las categorías al ritmo que ellos tocan. Sus *** se ríen y prosiguen: ¿y de qué sirve?
Si todos tenemos razón y todas las píldoras no son Pink, por una vez intentemos no tener razón.
TRISTAN TZARA Siete Manifiestos Dada
Cuando más me humillan, mayor gozo. Puede alguién envidiar la desorientación en otro. Utilizo muchas máscaras, en cambio otros disponen de un atractivo envoltorio. Me siento esquizo y ahora también esquivo. Los demás no me importan nada, o al menos finjo que no me interesan.
Albert Camus, decía algo así en El Mito de Sísifo, que se puede llegar al suicidio por la sencilla razón de que el individuo se ha cerciorado del auténtico sentido de la vida. También hay que tener valor: El suicidio como idea, puede suponer un gran alivio, sin embargo, no deja de ser en la mayoría de los casos, irrealizable. Conozco centenares de gente que están plenamente convencidos de que lo saben todo. Así, cuando temen no entender cualquier cosa, salen con aquello de que la filosofía es simple masturbación mental. Y digo, estos que dicen saberlo todo, ¿por qué no se suicidan? Se van a encontrar, sin ambajes, una rutina diaria, en la que, terminado el día, llegados a casa, comenzaran a hacer el amor con ellos mismos. Cada uno se masturba como puede, y cuando se habla de onanísmo, todas las pajas, vulgarmente hablando, són eso, pajas.
Puede que cuando recupere el aliento, trás la paliza dialéctica que me han propinado, decida recoger los pedazos... Sobre el papel es todo, mucho más sencillo. Si existe alguna dificultad, algún problema insalvable, se recurre a la división o subdivisión de tareas, y todo parece más sencillo. Yo me sentiría culpable, si alguién ante un argumento mío se ahogara en su propia ignominia, incapaz de hacerse oír, sería entonces, cuando le daría la razón o le animaría en ciertos aspectos, por muy superfluos que estos fueran. La realidad, es esta: siempre habrá alguién que pondrá el grito en el cielo, qué impondrá su voz, más potente y maleable, por encima de la tuya. En realidad, no se a ciencia cierta quién merece más consideración: un cultivado hombre de ciéncia, acostumbrado a litigar con ingenuos recien llegados, y por otra parte, acostumbrados perder con los de su mismo rango, o nosotros, los otros.