ANAGRAMAS
JACK G. ELLROY SOMNO, nací un día de Abril de 1967. Algo que en la actualidad me mortifica, es que únicamente soy el prototipo varonil, que tanto atrae a las mujeres. Quisiera ser atractivo para los de mi mismo género, por ello, con el tiempo, he llegado a la triste conclusión, que no estoy hecho para la vida en común, algo no sé si del todo cierto. Quizás el prototipo homosexual del eterno efebo me haya comido todo el terreno ganado esforzadamente, que en su misma singularidad ha llegado a significar, el único caso de belleza por el que he logrado interesarme durante estos últimos cinco años. Siempre he sido una persona amable, comprensiva, que valora en más de un ápice, la amistad, el amor, el compañerismo. En la actualidad doy clases de italiano en una academia privada, y no puedo quejarme, he logrado estabilizar mi vida con un empleo casi seguro, no pagan muy bien, aunque eso es lo de menos. Soy soltero y no temo morir solo. Le he perdido el respeto a la muerte, la llevo siempre en la cartera, pero nunca ha sido capaz de hacerme medrar en mi empeño. Vivo tranquilo, con una vida tranquila junto a los míos, que són lo que más quiero. Por suerte, cuando la mal conocida peste del siglo XX comenzó a implantar su tiranía del miedo, el horror más absoluto, y el vacío más asfixiante, solamente contaba yo con 18 años. Tengo que agradecer a alguién que en su momento me advirtiera, del peligro que, por aquel entonces, acechaba en la oscuridad, a un amigo que era más que eso, que no me salvó la vida propiamente dicha, pero casí, y que fue incapaz de resguardar la vida propia. Otros no tuvieron la misma suerte, incluso dentro del círculo más cercano, aunque nunca fuí promíscuo, esa cualidad nunca tuvo nada que ver conmigo, ni con la propia enfermedad. La enfermedad, se encontraba al acecho, dónde menos esperabas. Los homosexuales aún estaban peor vistos que ahora, y ese mísmo encubrimiento, ese resguardo personal y de mutua complicidad oculta, desde esa misma zona oscura del ser humano, hizo que la mentira fuera severamente castigada, por quién sabe y gracias a qué circunstáncia. Todo era muy clandestino, pero para que hablar del pasado. Ahora mísmo me interesa más sobrevivir al presente. En la actualidad he perdido el interés por todo, me siento algo apático, la comida que ingiero me hace sentir pesado o culpable y mis articulaciones comienzan a resentirse y el dolor de las mismas y de mi alma... En el espejo solamente puedo ver una terrible arruga alrededor de la boca. Un antiguo amigo que ya no lo és, siempre me decía, que aquello que en la actualidad lo desesperaba, en su día a día, frente al espejo, era ver ese eterno ceño fruncido que no desaparecía con nada. Decía que le arrevataba todo el encanto que pudiera tener su rostro, que le hacía aparecer frente a la gente como un ser concentrado en sí mismo, incapaz por otro lado, de la ración mínima de espontaneidad, que pudiera suponerse en alguién relativamente jóven. Solamente tuve una relación anterior, de responsabilidad, con una persona, que para mí ya no exíste, y que pensé encajaba en definitiva, dentro de una por entonces vida, no del todo semejante a mis espectativas, y con tendencia a la desestructuración final. Sin embargo, todo aquello acabó conviertiéndose en una historia vergonzosa para mi, aunque pensaba también lo era para el resto y que mis más próximos allegados no tardaron en reconocer, cómo el fondo de mi propio agujero, antaño escavado en tierna tierra arcillosa. Desde entonces, me he vuelto más precavido, tan precavido que no he sido capaz de volver a llegar a nada, en cuanto a relaciones se refiere. Puedo reconocer, desde ahora, a la gente sin el menor escrúpulo, desde la legua. De todos modos llevo una vida tranquila, en la que no ceso de soñar cada día, o de rememorar historías que en realidad, no sé si he vivido recientemente, o el caso es que las he soñado y eran tan reales, y pertenecían tanto a la franja de mis apetencias, que se configuraban en la idea que tenía yo de mi felicidad y de todo aquello que indudablemente había nacido para merecer. Sigo buscando aunque interiormente me sienta de lo más tranquilo, sigo soñando por las noches, y a veces en sueño es tan real y tan complaciente que me despierto con la vivacidad lozana de un adolescente que acaba de vivir su primera experiencia sexual.