08 febrero, 2007

MÁS EXTRAÑO QUE LA FICCIÓN

Más extraño que la ficción (Stranger than fiction) Dir. Marc Foster. EEUU. 2006 (Estrenada en España 19/1/2007)

Harold Crick trabaja haciendo auditorias en hacienda. Su monótona existencia, la previsibilidad con que actúa, su determinación pulcra y perfeccionísta... Hasta que una mañana, mientras cepilla 37 veces, cada uno de sus dientes, molares o incisivos, de su perfecta dentadura de oficinista, se da cuenta que su vida está siendo narrada por una voz de mujer, Karen Eiffel que desde hace diez años sufre lo que entre escritores se conoce como bloqueo. Lo extraño, es que Harold no debería escuchar esa voz. Sin embargo, ese día después de diez años de una vida monótona e insustancial, comienza a escuchar esa voz , que narra todas y cada una de sus acciones. Al menos, eso es lo que se quiere hacer entender al espectador de la película, pero , la voz, afortunadamente desaparece y vuelve a reaparecer, para remarcar ( o rememorar) los acontecimientos más significativos, en definitiva, los que tienen más que ver con las virtudes y el funcionamiento del argumento general de la película.

¿Qué hace entonces, nuestro abrumado anti-héroe? Pues, lo que haríamos todos en similares circunstáncias, acudir a la ayuda profesional de un psiquiatra. Y, ¿Qué suelen diagnosticar los psiquatras a los pacientes que dicen oír voces? Eso es, esquizofrenia. Pero Harold no se encuentra atormentado por voces desconocidas, sino que simplemente una voz de mujer, está narrando. Simplemente eso, le comenta a la psiquiatra. En este sentido, siempre en última instáncia, se anima al asustadizo paciente, bajo prescripción, a que acuda a un experto en literatura. Y el resto pues, se lo pueden ustedes imaginar.


En definitiva, se trata a todas luces, de una película algo más que entretenida, esto último, el entretenimiento, que satisfacen en el espectador, la mayoría de las producciones cinematográficas allénde los mares, en las numerosas salas o multicines disponibles para tan abigarrada industria. Pero, en este sentido esta película no se diferenciaría del grueso de otras producciones, de similares características (las películas en base a su potencial se venden, aún hoy en día en paquetes, distribuidos estratégicamente en cada sala) . Pero, si hacemos un pequeño esfuerzo de imaginación, podríamos emparentar la historia, con perlas de culto de la última hornada de cine supuestamente independiente, a la par que comercial, y bien distribuído, como es el caso de El club de la lucha (David Fincher, 1999), Olvídate de mí (Michel Gondry, 2004) e incluso y por encima de todas, Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1992). Si no me creen, échenle un vistazo y juzguen por ustedes mismos. Lo cierto es que en la película, aparecen contínuos subrayados, o una intromisión gráfica similar a la de la película de Fichner, antes mencionada. ¿Recuerda alguién, la descripción visual, del mobiliario de Ikea y los electrodomesticos, etc, en la casa del protagonista de El Club de la lucha, interpretado por Edward Norton?

Tampoco falta la historia de amor algo impostada y poco creible entre su protagonísta, Harold y una joven (demasiado) pastelera con serios problemas con el fisco, y un escaso mordiente en su discurso obrero de izquierdas algo trillado y previsible . Por otra parte, la labor actoral es impecable, sobre todo en el caso de Emma
Thompson, en su papel de escritora atormentada que intenta superar su bloqueo, y que para resarcirse de alguna manera efectúa un elaborado trabajo de campo. También Will Ferrel, espléndido en su papel de abotargado oficinista que emprende un memorable viaje iniciático, hacia el autodominio y el autoconocimiento. No deberíamos escatimar, sin duda, la notable labor de guión, que nos presenta una historia bien resuelta, de final para mi gusto un pelín malogrado, y que sin embargo, aúna la árdua y poco reconocida tarea, de contarnos una historía desde un punto de vista distinto, o mejor dicho, desde puntos de vista diversos. Todo ello, sin abrumar al espectador medio, que se entretiene, a la vez que llega a identificarse y darse perfecta cuenta, de que el cine, a veces, precisa algún que otro cambio estructural, sobre todo en lo que suele entenderse, por cine de entretenimiento.