TEXTOS CAUTIVOS
11 junio, 2006
Lo bueno de la literatura estadounidense es que nunca deja de crecer; lo malo de la literatura estadounidense es, también, que nunca deja de crecer; lo cual complica su pleno disfrute y su consumo. Siempre hay alguien por desenterrar y dentro de cinco minutos nacerá un nuevo genio. La dificultad se hace todavía más evidente cuando se trata de organizar —de intentar organizar— ránkings, cuadros sinópticos, listas, etc. No hay sitio que alcance; porque la literatura estadounidense siempre suma y rara vez resta. Así Moby Dick continúa siendo la novela más moderna; La letra escarlata no ha dejado de reinventar el puritanismo pagano valiéndose del tótem/tabú del adulterio; Huckleberry Finn conserva su posición jerárquica en tanto road novel; Henry James sigue recreando "lo europeo". Y la tríada de Fitzgerald & Faulkner & Hemingway (que suena como un bufete de abogados implacables) ganó, gana y ganará todos los casos. Jack Kerouac continúa en el camino y Salinger es más influyente que nunca desde su invisibilidad. Los espectros más o menos recientes de Saul Bellow, John Cheever, Donald Barthelme, Raymond Carver y Bernard Malamud y Stanley Elkin y Richard Yates y William Gaddis y Philip K. Dick siguen asustando inmejorablemente y como si fuera la primera noche. Cormac McCarthy y James Ellroy parecen tener cada vez mejor puntería y Don DeLillo y Thomas Pynchon no han perdido el respeto de los jóvenes. El culto a nombres como David Gates y Lee K. Abbott y Stephen Millhauser y Barry Hannah y Colin Harrison suma cada vez más fieles. Richard Russo y John Irving no dejan de divertirse con la novela decimonónica adaptada a nuestros días; Richard Ford y Tobías Wolf y Sam Shepard no piensan renunciar a la exploración de las tierras baldías del homo americanis y Philip Roth y John Updike cada día escriben mejor. Hay sitio para todos; hasta para el autor de la más grande novela americana: Lolita de Vladimir Nabokov.
EL HOMBRE INVISIBLE: J.D. SALINGER
Con escritores como JD. Salinger no hay terminos medios. No apareces en las contratapas de tus libros o pegas balazos al aire si alguien trata de sacarte una foto. No vives en un penthouse en pleno Manhattan. Te escondes como un ermitaño en una cabaña de NewHampshire. Gustar de Salinger es casi como entrar a un exclusivo club. Te familiarizas con sus personajes. Entras y te llaman a gritos desde la mesa de los Glass para contarte alguna anécdota que nadie más entendería, divisas al Sargento X taciturno en el bar, le compras un trago a Holden y lo escuchas quejarse un rato. Es un club excluyente, que mira en menos al forastero, que tiene manías extrañas, que ama a la gente callada, que no lee la prensa porque simplemente no le interesa, obsesionados con asuntos que el resto parece obviar, tanto que podrían ser todos de la misma familia porque ostentan casi los mismos gestos. Los personajes de Salinger están unidos por el juego de los seis (o menos) grados de separación. JD inventó un ecosistema donde todas sus creaciones se saludan y se caen bien. Los fans de Salinger tampoco tienen terminos medios. No es que se pueda Decir: “si, me gusta”. Generalmente sus fanáticos lectores tienen algo de fundamentalismo que los hacen decir "si, lo adoro" Hay algo especial en cada cuento, cada libro. Un universo propio con mil y una distintas acepciones, llenos de elementos ocultos que solo se aprecian a la segunda, tercera o cuarta lectura. Un lector avezado de Salinger sabe distinguir hasta inclasificables parentescos entre sus personajes, métaforas furtivas que solo aparecen despues del raspe. La historia de Jerome David Salinger es conocida y breve. Hijo de un próspero importador del Upper East Side de Manhattan, figurenselo como uno de los niños de Woody Allen en Everybody says I love you; priviliegiado, sabelotodo y un poco rebelde. Esa rebeldía lo llevó a ir a colegios militarizados donde vivió gran parte de su adolescencia y obtuvo notas más bien moderadas. Pasó por un par de universidades de las cuales nunca logró graduarse y fue llamado por un profesor "el peor estudiante de la historia de esta universidad" De ahí a la guerra, quizás el segundo escenario en la obra de Salinger después de Nueva York. Publicó cuentos como "Un día perfecto para el pez banana" y "The young folks" en revistas como New Yorker y Harper's. Luego de la publicación de su -en rigor- única novela, The Catcher in the rye (El guardián entre el centeno o El cazador oculto), Salinger comenzó a desvanecerse. Datos no hay de sobra. Las biografías oficiales de Salinger,- que nació en 1919, que es de padre judío y madre irlandesa y que bebe orina-, son breves reseñas apenas y hablan lo mismo siempre. Cualquier intento de biografía un poco más indagatoria ha sido atajado por Salinger y sus abogados. Ian Hamilton, un inglés que encontró un par de cartas personales de Salinger en los archivos de una universidad americana, fue condenado a escribir dos veces el mismo libro y no pudo ni siquiera parafrasear las epístolas en lo que finalmente se llamó "En Busca de JD Salinger"(Mondadori, 1988) y que terminó siendo un libro sobre la desesperación de Hamilton y un biografiado escurridizo y mal genio. El segundo intento de biografía fue el de Joyce Maynard, una mujer que mantuvo una relación con Salinger cuando solo tenía 18 años y el bastantes más. JD leyó un pequeño ensayo que Joyce escribió en una revista gringa y desde ahí mantuvieron una relación por carta que se hizo real tan solo por un corto tiempo. Maynard alega que toda la voz que pudo haber tenido como escritora o reportera fue opacada por Salinger, según sus palabras, un abusador mental del sexo débil. At home in the world (1998) es más bien la vida y obra de una desconocida y su romance con un tipo extraño. Y hubo un tercero. Esta vez de su propia hija, Margaret. El Cazador de sueños, una biografía que aporta datos a otra biografía escueta. Salinger parece estar en todos lados. En las películas de Wes Anderson,- la familia Tenenbaum está claramente inspirada en la familia Glass-, Finding Forrester protagonizada por Sean Connery nos muestra la historia de un escritor ermitaño que adopta a una afroamericano en la búsqueda de su talento (la fantasia confesa de todo salingeriano), en las canciones de Elliot Smith y de Belle and Sebastian (with naivety succeeds at the final moment, I cried I always cry at endings), en una de Green Day, Nadar solo es un Cazador Oculto con acento ché, en un capítulo de la serie Oliver Beene de Fox y como dice Fresán, en cada novela sobre adolescentes disfuncionales. Rodrigo Fresán vuelve a acertar y dice que existen distintos tipos de Salinger; el Salinger para principiantes (El guardián entre el centeno); el Salinger para gente de taller literario (Un día perfecto para el pez banana); Salinger para new ages (Franny y Zooey); Salinger para salingerianos (Para Esmé con amor y sordidez); y Salinger para Salinger (Seymour: una introducción) Salinger es un autor difícil de superar como escritor favorito. Porque habla desde el estado que más le acomoda a sus lectores, porque sus personajes casi siempre son niños o jóvenes demasiado embelesados con sus propios ideales, excéntricas personas que realmente aman algo, demasiado como les gustaría que fueran todas las personas que conocen. Algunos se refieren a el como un escritor menor, que luego de unos años se supera, tal como la juventud. Otra de las cosas que dudo que algún día puedan, - o quieran-, dejar de lado. |