12 noviembre, 2006

Atrocidades II

No soporto los malos hábitos en la mesa. "Un sonido insoportable el que haces al masticar", y a continución "demasiada salivación", "eso lo podemos arreglar". Le clavé la palma de la mano a la mesa con el cuchillo de la carne. Le golpeé la cabeza con el atizador y finalmente le inserté el cuchillo grande en la garganta. "Así me gustan los comensales", "Calladitos y con los ojos bien abiertos". Desfalleció enseguida sobre la moqueta, sin poder soltar un leve gemido de dolor. Lo envolví en la parte que icupaba la mancha, y la cabeza que sobresalía, la coloqué sobre el fuego de la chimenea. El olor era embriagador.

La moqueta era ignífuga por lo que solamente le carbonicé la cabeza. Le separé el torso del prótomo y lo metí en la bañera con sosa para blanquearlo. Cabé una fosa en el jardín y metí el cadáver dentro. El craneo continuaba en la bañera, tenía restos de carne que no se desprendían y el cerebro, la lengua y la cavidad bucal, así cómo la parte correspondiente a la laringe etc, se mantenían intactas. Cogí las tijeras de destripar pescado. Un buen tijeretazo en la lengua... Con gran técnica, cocí la cabeza, la cocí bien en un perol, el cerebro salía por la nariz con facilidad, sacaba por ambos orificios trozo a trozo con un punzón, cuidando no rasgar la estructura ósea. Una vez vacío, lo volví a meter en la bañera para balnquearlo y así, desprender los restos más blandos.

Al día siguiente, la saqué de la bañera y la volví a hervir con tal de quitarle el olor a sosa y disilventes. Una vez totalmente limpia y blanqueada le dí una capa de esmalte, luego una capa de betún y posteriormente, froté con un trapo, finalmente una mano de barniz. Pegué el cráneo a una pequeña peana y lo coloqué sobre la chimenea.

En el sótano apilaba otros cráneos ya limpios. Los iba a utilizar para una composición que andava ideando con paciéncia... El arte es una atrocidad, ¿quién no estaría de acuerdo con esta breve afirmación? La muerte no tiene ningún misterio, la vida, tal vez... A efectos prácticos, las atrocidades són lo único auténtico que justifica mi realidad.