01 junio, 2006

FICCIÓN II

Últimamente me he visto con una persona 16 años mayor que yo. Le espero de espaldas, apoyado en una barandilla. Reconozco su vehículo, me acerco, abro la puerta y le estrecho la mano. Habla contínuamente, lo cual es muy de agradecer. Le indico por dónde puede circular con su vehículo. Finalmente decidimos aparcar y sentarnos en una terraza/heladería al aire libre. Me siento yo primero e incluso eligo el sitio, mi acompañante decide en última instáncia no sentarse frente a mi, sino de manera que se siente obligado a girar la cabeza para establecer conversación o contacto visual. Raramente establecemos contacto visual. Él continúa hablando sin parar, raramente me deja meter baza. No hay lugar a dudas, para él, quedar conmigo ha sido un acto reflejo-funcional. Por lo visto esta muy acontumbrado a este tipo de veladas, que principalmente se llevan acabo con nocturnidad. Ya en el coche me doy cuenta de que es muy guapo, rasgos alargados, irresistible barbilla. Piel bien hidratada y con un afeitado muy apurado. No creo que tenga problemas con el vello facial. Piel blanca, sin manchas, ni rozaduras. Cabello plateado no demasiado largo y peindo con raya en medio. Ojos claros y una sonrisa espectacular. Se nos va la noche hablando, una conversación superflua e impersonal. Tomamos algún refresco. Pago yo, creo que es lo mínimo. Me acerca a casa, me tiende amablemente la mano. Finalmente le indico la dirección más conveniente para circular. Sus últimas palabras fueron: No te olvides de follar, follar mucho. Debería haber añadido: pero no conmigo. Palabras desalentadoras. Tal vez en otra ocasión, me dejará chupársela. Creo que luego será aún más duro. Creo que no le volveré a ver, soy un mal conversador y peor compañía. No vale la pena amargarse la vida por eso. Sin embargo, ya veremos.