LA LIBERTAD Y EL MAL
Revelar en la libertad el Mal, se opone a una forma de pensar convencional, conformista y tan generalizada, que su impugnación no se concibe. Sartre en primer lugar negará que la libertad tenga que ser necesariamente el Mal. Pero valora la "sociedad productiva" sin haber reconocido su naturaleza relativa: sin embargo, ese valor es relativo al consumo incluso al consumo improductivo, es decir, a la destrucción. Si buscamos la coherencia de estas representaciones, en seguida aparece que la libertad, incluso después de destacadas sus posibles relaciones con el Bien, se halla como Blake le dice a Milton, "del lado del demonio sin saberlo". El lado del Bien es el de la sumisión, el de la obediencia. La libertad es siempre una apertura a la rebelión y el Bien se vincula con el carácter cerrado de la regia. El propio Sartre llega a hablar del Mal en términos de libertad... "nada de lo que es, dice cuando a propósito de Genet habla de la experiencia del Malo, puedo definirme o limitarme, sin embargo, yo existo, yo seré el soplo helado que aniquilará toda vida. Por tacto estoy por encima de la esencia; yo hago lo que quiero, me hago lo que yo quiero...". En cualquier caso, nadie puede ir - como Sartre al parecer pretende hacer- de la libertad a la concepción tradicional del Bien de acuerdo con lo útil. Una única vía lleva desde el rechazo de la servidumbre a la libre limitación del talante soberano: esta vía, que Sartre ignora, es la vía de la comunicación. Sólo cuando la libertad, la transgresión de las prohibiciones y el consumo soberano se consideran en la forma en que se dan de hecho, sólo entonces se revelan las bases de una moral a la medida de aquellas que no son doblegadas enteramente por la necesidad y que no quieren renunciar a la plenitud vislumbrada.