19 junio, 2006

ESTADOS DE ÁNIMO DEL PSICOANÁLISIS


Post-Scriptum

¿"Sin coartada"? ¿Ningún "crimen sin una sospecha de crueldad", de verdad? Otra vez la cuestión del "No matarás". Pero ¿quién exactamente, justamente? Freud parecía admitir, como hemos visto, la necesidad de las guerras justas. Hoy me pregunto si la última palabra de esta presentación, a saber un "crimen", que no iría nunca "sin alguna sospecha de crueldad", puede todavía concordar con la primera palabra de una hipótesis inicial: el psicoanálisis sería, decía al comienzo, el único enfoque posible, y sin coartada, de todas las traducciones virtuales entre las crueldades del sufrir "por el placer", del hacer sufrir o del dejar sufrir así, del hacerse sufrir o del dejarse sufrir, a sí mismo, uno a otro, unos a otros, etcétera, según todas las personas gramaticales y todos los modos verbales implícitos -activo, pasivo, voz media, transitivo, intransitivo, etcétera-. Equivocadamente, en contradicción con estas premisas, la conclusión que acabamos de leer podría entonces parecer acreditar al menos una diferencia entre dos crímenes, entre dos transgresiones del "no matarás": entre, por un lado, el asesinato que consiste en matar al otro, en él mismo o en sí, y, por otro lado, lo que llamamos corrientemente el suicidio, o crimen contra sí. Jamás borraremos esta diferencia, ciertamente, sin arruinar lo seno de cierto principio de responsabilidad. Pero estaré tentado de decir, demasiado pronto, que esta diferencia es a la vez infinita y nula. Nos acomodaremos cómo podamos, ahí estaría tal vez el origen, pero también el sentido aporético de esta crueldad, de la que nos preguntamos al comienzo sin haberlo -se habrá notado- jamás respondido: ¿qué es, eso, la crueldad? ¿Dónde comienza? ¿Dónde termina? ¿Y si hubiera, a veces, crueldad en no dar muerte? ¿Y amor en desear darse muerte de a dos, uno al otro, uno por el otro, simultáneamente o no? ¿Y si hubiera "esto sufre cruelmente en mí, en un mí" sin que podamos nunca sospechar de nadie que ejerza esa crueldad?, ¿que la desee? Entonces habría crueldad sin que nadie sea cruel. Ningún crimen, ninguna incriminación o recriminación posibles, ningún juicio, ningún derecho. Crueldad hay. Crueldad habrá habido, antes de toda figura personal, antes de que "cruel" devenga el atributo, más aún la falta de cualquiera. Podríamos sacar una malvada consecuencia, entre tantas otras, y que toca a la maldad misma, a la maldad insignificante del mal, al azar imprevisto, en el amor o en el odio: si un perdón puede ser pedido, si se le cree incluso al buen sentido, por el mal infligido, por la culpa, por el crimen, por la ofensa de la que el otro es, a mi entender, la víctima, ¿no puedo también ser perdonado por el mal que sufro? "Perdóname por padecer, corazón mío, ahí donde nadie me desea el mal, ya que de ahí viene el mal que te hice, yo, sin desearlo, sin fe ni ley..." Padecer el mal, hacer el mal, desear el mal, deseárselo a alguien:* ya imagino los sufrimientos del traductor o de la traductora que quiera respetar cada una de estas tres palabras, desde padecer hasta hacer el mal, sin hablar de desear el mal a alguien. Traducción aparentemente imposible. La lengua francesa me parece la única que puede dar tal suerte o tal acogida a la configuración inaudita y absolutamente singular de estas palabras, de estas grandes palabras: padecen; hacen; desear y mal.

-¿Estoy por alguna razón en esta imposibilidad de traducir? ¿En la imposibilidad de traducir según la economía del palabra por palabra?

-No, desde luego, está en la lengua. Lo heredas. -Pero mira lo que hago con esa herencia. Traiciono su verdad.

-¿La coartada es aún evitable? ¿No es ya demasiado tarde?

Jacques Derrida, 16 de Julio del 2000