24 diciembre, 2006

El "infantilismo" y la fantasía sadomaso de Kafka

A mi parecer, el punto débil de nuestro mundo es por lo general considerar lo infantil como una esfera aparte; una esfera que, sin duda, en algún sentido no nos es ajena, pero que permanece al margen de nosotros y no podría constituir por sí misma ni significar su verdad: lo que es en realidad. Del mismo modo, por lo general, nadie considera al error como constitutivo da lo verdadero... "Es infantil" y "no es serio" son proposiciones equivalentes. Pero infantiles, para comenzar, lo somos todos, absolutamente, sin reticencias y hay que decir que del modo más sorprendente: de este moda (infantilmente) manifiesta su esencia la humanidad en estado naciente. Propiamente hablando, jamás el animal es infantil, pero el joven ser humano reduce, no sin pasión, el sentido que el adulto le sugiere a otro sentido distinto, el cual a su vez no se deja reducir a nada. Este es el mundo al que nosotros nos adherimos y que al principio nos embriagaba con su inocencia: el mundo donde cada cosa, durante un tiempo, desplazaba a esa razón de ser.

¿Hay algo más pueril, o más silenciosamente incongruente que el K. de El Castillo o que el José K. de El Proceso? Este doble personaje, "el mismo en los dos libros", hipócritamente agresivo, agresivo sin cálculo, sin razón: un capricho aberrante, una ciega obstinación le pierden. Todo loespera de la benevolencia de autoridades implacables;se comporta como el libertino más desvergonzado, en medio del comedor de la posada (la posada de los funcionarios), en el reposado marco de la escuela, en casa de su abogado... en la sala de audiencias del Palacio de Justicia. El padre en El Veredicto, es escarnecido por el hijo, pero queda asegurado siempre que la profunda, la excesiva, la involuntaria destrucción de la autoridad y de sus fines, se pagará; el introductor del desorden, que había soltado los perros sin haberse asegurado un refugio, como es a su vez destrozado en las tinieblas, será su primera víctima. Porque sin duda ésta es la fatalidad de todo lo que es humanamente soberano; lo que es soberano no puede durar, nada más que en la negación de sí mismo (el cálculo más insignificante y todo cae por tierra, no queda más que servidumbre, primacía del objeto del cálculo sobre el momento presente), o en el instante duradero de la muerte. La muerte es el único medio de evitar la abdicación de la soberanía. No hay servidumbre en la muerte; en la muerte ya no hay nada. que la hizo cosa (en el engranaje de sentido a donde el adulto la sigue)...


"Cuando aún estaba yo satisfecho, yo deseaba estar insatisfecho y, por todos los medios del siglo y de la tradición, me arrojaba en la insatisfacción: en el presente me gustaría poder regresar a mi primitivo estado. Me encontraba por tanto siempre insatisfecho, incluso insatisfecho de mi insatisfacción. Es curioso que, con bastante sistematización, de esta comedia haya podido nacer alguna realidad. Mi decadencia espiritual comenzó por un juego infantil, indudablemente conscientemente infantil. Por ejemplo yo simulaba tics con la cara, me paseaba con los brazos cruzados detrás de la cabeza; infantilismo detestable pero siempre coronado de éxitos. Lo mismo ocurrió con la evolución de mi expresión literaria, evolución que más tarde desgraciadamente se interrumpió. Si fuera posible forzar a la desgracia a producirse, debería haberla podido obligar de este modo. "


"... no es una victoria lo que espero, no es la lucha lo que me regocija; únicamente en la medida en que es lo único que se puede hacer, puede regocijarme. La lucha como tal me inunda en efecto de una alegría que desborda mi facultad de goce o mi facultad de entrega y quizá no será ante la lucha sino ante la alegría, donde yo acabo por sucumbir".


Kafka, quiso ser desgraciado para satisfacerse a sí mismo: lo más secreto de esa desgracia era una alegría tan intensa que él habla de morir por ella. "Ha dejado caer la cabeza de lado: en el cuello quede este modo queda al descubierto hay una llaga, hirviendo entre la carne y la sangre ardientes, hecha por un relámpago que todavía dura." El relámpago enceguecedor - el relámpago duradero- tiene indudablemente más sentido que la depresión que le procedía. "Jamás... pude comprender que esté al alcance de casi todo el que escribe, objetivar el dolor en el dolor, de manera que por ejemplo en la desgracia, quizá con la cabeza aún ardiendo por la desgracia, puedo sentarme para comunicar a alguno por escrito: Soy desgraciado. Más aún, llegando aún más allá, puedo en diversas florituras, según mis dotes, que parecen no tener nada en común con la desgracia, improvisar sobre este tema, simplemente o antitéticamente o incluso con orquestaciones completas de asociaciones. Y esto no es ni mentira ni apaciguamiento del dolor, sino un excedente de fuerzas, concedido por la gracia, en un momento en que, sin embargo, el dolor ha agotado visiblemente todas mis fuerzas hasta el fondo de mi ser, al que aún desgarra. ¿Cuál es ese excedente?" Volvamos aplantear la cuestión: ¿cuál es ese excedente?