CINE. TARNATION de JONATHAN CAOUETTE
TARNATION. Dir. Jonathan Caouette (2003)
Para un apasionado del cine con poca idea de cine documental, como el que escribe estas líneas, Tarnation supone un auténdico descubrimiento, al menos en cuanto a impacto visual se refiere. Si nos aferramos a una simple regla aleatoria por la cuál cualquier persona que se precie, tiene derecho a explicar su historia del modo que estime conveniente o desde el punto de vista que más convenga para entender la historia que quiere hacernos llegar, Tarnation es un claro exponente, es más es un ejemplo mayúsculo de documental moderno, que no escatima ningún resorte o artificio para hacer llegar la película al más amplio espectro de espectadores incautos. Jonathan Caouette presenta, realiza y nos cuenta su propia historia, sirviéndose para ello de todo tipo de documentación con la que hace malabarísmos realmente admirables. El documental además de presentar las cosas de una manera sorprendente, supone un insuperable estímulo para los ojos de un espectador propio o extraño a este tipo de material audiovisual.
Para un apasionado del cine con poca idea de cine documental, como el que escribe estas líneas, Tarnation supone un auténdico descubrimiento, al menos en cuanto a impacto visual se refiere. Si nos aferramos a una simple regla aleatoria por la cuál cualquier persona que se precie, tiene derecho a explicar su historia del modo que estime conveniente o desde el punto de vista que más convenga para entender la historia que quiere hacernos llegar, Tarnation es un claro exponente, es más es un ejemplo mayúsculo de documental moderno, que no escatima ningún resorte o artificio para hacer llegar la película al más amplio espectro de espectadores incautos. Jonathan Caouette presenta, realiza y nos cuenta su propia historia, sirviéndose para ello de todo tipo de documentación con la que hace malabarísmos realmente admirables. El documental además de presentar las cosas de una manera sorprendente, supone un insuperable estímulo para los ojos de un espectador propio o extraño a este tipo de material audiovisual.
Podríamos establecer a partir del visionado de este particular trabajo, una especie de interminable relación de recursos técnicos que nunca llegaríamos a completar, por la falta de espacio, pero sobre todo porque una vez metidos en la película se nos hace, cuanto menos harto difícil permanecer atentos a todo lo que acontece o se nos arroja a la cara. Jonathan Caouette se sirve de videos caseros de su infancia y adolescencia tomados de manera muy amateur con una cámara doméstica, de instantáneas o fotografías reconfiguradas a modo de collage, parece trabajar con total libertad cuando superpone planos, parte en dos o en cuatro la pantalla para simultanear e incluso repetir imágenes, aumenta el grano de los fotogramas o destruye la serie siguente de fotogramas de manera algo parecida a Persona (Ingmar Bergman,1966), recurre a efectos sonoros extradiegéticos…
El resultado final es un conjunto que arrebata al espectador desde el principio. Por esta misma razón aunque lo que cuenta es muy duro y paradójigo, la película podría estar dirigida a todo tipo de público. Entre sus virtudes principales se encuentra precisamente esta, el de la accesibilidad a ultranza. Tarnation intercala y superpone la propia tragedia de su realizador, que se extiende por motivos obvios a toda la familia en general. Tal vez al leer una crítica de la película en cualquier página de internet especializada en cine o no, cosa que no me he molestado mucho en hacer, lo primero que se le recriminaría a la cinta en general, sería a priori, su artificiosidad, cosa que por una parte es totalmente cierto, lo que quizás no se señale en demasía es su talento a la hora de servir unas imágenes que tienen la deliciosa facultad de atraernos hacia la pantalla de manera realmente habilidosa y por otra parte justificada. También es cierto que conforme avanzamos hacia el final el maravilloso envoltorio con el que se nos presenta y por el que se nos emplaza hasta mucho más tarde, se desvirtúa y la historia decae casi al final en un simple documento doméstico personal y falto de resolución. Pese a este mediano inconveniente, Caouette consigue filmar un pedazo de realísmo mágico de brote psicótico y enfermizo, que además de funcionar como adictivo sirve como revulsivo visual en contraste con el minimalísmo y la contención estilística que paradójicamente, predomina en las cloacas de una industría de inusual relevancia intelectual, dentro del campo estríctamente documental.